A mí,
sinceramente, me dan risa las pocas ganas de vivir que tienen algunas personas.
Suicidarse por el simple motivo de que todo va mal o de que no tienen ánimo o
fuerzas para seguir, ¿Y donde queda el amor hacia uno mismo, hacia la propia
vida?
Yo conozco a una persona que por desgracia no
puede llevar una vida del todo normal, me aventuraría a decir que no es nada
normal, pero también es la persona con más ganas de seguir adelante y de vivir
que he conocido nunca. Nunca la verás
quejándose por lo que no tiene o por lo que podría tener.
La
felicidad. Bonita palabra. Es algo que siempre verás reflejado en su rostro.
Por mucho que le duela algo, siempre tendrá una sonrisa guardada para ti. Por
muchos viajes, operaciones, tratamientos o pastillas, que le hayan recetado,
lucha por salir adelante. Lucha por vivir. Lucha por sentirse normal. Lucha por
ser una niña. Porque el simple hecho de
ver una tarta en e
la que
ponga su nombre, año tras año, ya es un motivo para ser feliz. Porque aunque
los demás necesitemos miles de cosas materiales para ser felices, a ella con
ver a su familia, después de dos o tres meses, le basta. Con una simple visita
y una propuesta de otra, puedes alegrarle toda una semana. Cuando por comer un simple plato de comida
normal, tienes que pasar por millones de otros alimentos, te das cuenta de que
esas son las pequeñas cosas que hacen fuerte a uno mismo, son las cosas por las
que merece la pena seguir adelante, son las cosas por las que merece la pena
estar allí. Y estas pequeñas cosas son por las que sonrío cada día, por saber
que ella va a poder hacerlo conmigo.