Me planto frente a la tienda de tatuajes, con la esperanza
de que él no se pueda borrar de mí, aunque
solo sea de mi piel. Solo habían pasado
dos semanas del 1 de Mayo, en el que aquel joven revolucionario, crecido y
madurado por los años, nos dejo su
historia y su recuerdo. Y nos lo dejó, en su butaca roída por los años, con su
libro de tapas color crema, medio abierto en la página de las trece rosas, y
con su pipa, manchada de saliva envejecida. No nos dejó sin antes habernos
contado cada detalle de su lucha por la libertad, y de su lucha por conseguirla
a ella, que no fue menos dura. “Salió el Sol al paso de mi dulce Margarita”,
era el encabezamiento de todas sus historias llenas de su coraje y esperanza,
tan típicos y contagiosos. No quiero olvidar todas las tardes escuchando sus
relatos. No quiero olvidar todo lo que le hace único. No quiero olvidar cómo
era su mundo contado por él. No quiero olvidar cómo limpiaba el traje de su
última guerrilla. No quiero olvidar cómo conoció a su Margarita, con empeño y
valor, eso sí. No le quiero olvidar. Ya que sería como olvidarme a mí, parte de
mi historia, y parte de lo aprendido a lo largo de mi vida. Por que al final, él
fue, mi mejor libro de historia.
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